martes, 25 de agosto de 2009

Mal de escuela


El azar, como casi todo en la vida, hizo que cayese en mis manos un delicioso librito que me ha levantado más de una sonrisa en su breve lectura. " Mal de escuela" de Daniel Pennac, donde nos narra en lo que no es ni una novela ni un ensayo, sólo sencillas reflexiones de un profesor, en qué consiste y cómo se convierte uno en ”un mal alumno” . Y de esto sabe mucho porque, como el mismo autor reconoce, él mismo lo fue durante mucho tiempo.

No es un libro bien escrito, carece de estilo, y no desarrolla los conceptos con profundidad, pero ¿A quién le importa? Tiene el valor de salir de la experiencia y del corazón de un profesor que amaba su profesión, que ejerció durante más de veinte años en los barrios marginales de Paris. Y, que además, se atreve hacerlo desde la óptica del mal estudiante, el zoquete, el niño que no comprende. Ese niño incomprendido, martirio de profesores que fue él mismo y que llegó a convertirse, gracias a la acción de algunos pacientes y sabios profesores que creyeron en él en el hombre que hoy es .

Sonrío durante su lectura porque la identificación produce placer y te ayuda a exculpar la culpa de una loza que pocas veces se supera: el ser un mal alumno. Y recuerdo que yo misma fui una mala estudiante, yo también era de ésas niñas completamente abstraídas y en mi mundo a las que “bastaba entrar en el aula para salir de ella”. También yo, como el autor, y sonrío, no comprendía jamás las matemáticas, y cuyo libro solo lo abría para ocultar, debajo de él, las novelas que leía a escondidas.

Refrescante libro, para leer unos días antes de empezar las clases, para recordarnos que también los malos alumnos pueden ser salvables si existen profesores implicados y así lo dice:”basta un solo profesor- ¡uno solo! Para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar a todos los demás.” Porque hace falta para este oficio compromiso y entrega y así lo dice: “la presencia de mis alumnos depende estrechamente de la mía, de mi presencia en la clase entera y en cada individuo en particular”.

Estos profesores, que comparten con sus alumnos no solo su saber sino también el propio deseo de saber, son los que salvarán de sí mismo a los malos alumnos y, a mi memoria viene el recuerdo de un magnifico profesor de literatura que me hizo amar la poesía de Juan Ramón Jiménez o la Celestina.

El libro finaliza con una curiosa e interesante tesis: el gran defecto de los profesores es no saber situarse en la ignorancia de sus alumnos, y en la incapacidad para comprender a estos zoquetes, porque ellos mismos fueron buenos alumnos, al menos en la materia que enseñan.


15 comentarios:

Carina Felice, Photography dijo...

Se me ocurre hacer una analogia con los PADRES.No?
muy interesante Ico...:)
besotes de mate!

Anca Balaj dijo...

Buena lectura para estas fechas.

Lena de mar dijo...

Cada alumna y cada alumno tiene su "tecla", hay que saber tocarla... no todas y todos valen (valemos) para todo.

Marcela dijo...

Totalmente de acuerdo, como siempre, con Pennac. Si hay algo satisfactorio en la enseñanza es el encontrar la tecla (como dice Lena) del mayor número de personas. Yo fui muy mala estudiante, pero no académicamente que era muy buena, sino actitudinalmente y sólo alguna profe o algún profe dio con la clave; ahora soy profe que busca teclas y claves de quienes tendré enfrente en breve.

Mármara dijo...

No sé si has leído "Como una novela". Si no lo has hecho, te lo recomiendo. No para hacerle un comentario de texto, claro está, sino para impregnarse el espíritu de Pennac, que nos ayuda a cambiar la mirada sobre nuestro papel como decentes.
Si de mí dependiera pondría estos dostextos como obligatorios en las Escuelas de Magisterio.

Candela dijo...

Ico, está muy bien leer este libro a las alturas de agosto que estamos. Es imprescindible saber tocar esas teclas. Lo más difícil que he hecho fue hace unos cinco años. Sólo tenía 5 alumnos de 16 y 17 años, con problemas sociales, familiares y de todo tipo. No sé si lo hice bien pero pretendí hacerlo. La tecla me la dieron ellos: Tres cuartos de hora nos enseñas tú y un cuarto de hora te enseñamos nosotros a ti. "Si nos queda tiempo, añadía yo". Vaya si quedaba tiempo, se centraban y hacían los ejercicios que daba gusto. En sus cuartos de hora me enseñaron a jugar a la ouija, las técnicas de hacerle puentes a coches y motos, cómo hacer para que una moto no parezca robada y otras cosas de 'mucha utilidad', pero ellos también aprendieron. Me quedé enamoradita del grupo y todavía pasan a verme de vez en cuando. Ya están trabajando y todo.

María dijo...

Yo pienso muchas veces "técnicas" para que aprendan lo que a mí me resulta tan fácil... Para mí es una frustración que uno/a de mis alumnos/as no aprenda, más si es porque no quiere, o se abstrae o...

Tantaria dijo...

Doy pocas clases, pero creo que lo hago regular porque la gente me mira con una cara de haba...pero claro, a ver cómo haces atractiva la estadística o la bioquímica...

Tanhäuser dijo...

Siempre he creído que todos tuvimos a algún profesor o a alguna profesora que nos cambiaron de verdad. Son ellos los que realmente hicieron de nosotros lo que somos.
Besos

Pena Mexicana dijo...

Yo también fui mala alumna desde el punto de vista de la actitud. Me aburría en las clases y me daba por retar a los profesores. Cuando fui maestra mis grupos siempre estaban llenos de "casos especiales" y los disfrutaba mucho más que a los "comunes y corrientes". Esos alumnos me llegaban porque yo tenía fama de conectar con ellos... y ¿cómo no íbamos a conectar? si éramos tan parecidos... gracias por recordarme una lectura que tengo pendiente :)

muchacha en la ventana dijo...

Son bellas tus palabras, tendré que buscar el libro, para volver a entrar en materia antes que empiece el curso.

Desde que enseño he tenido la creencia cierta, que todos los alumnos son capaces, de salir para adelante, y así se los trasmito.

Da igual que sean las matematicas o mi amada historia, impartir conocimientos es una parte, y confianza en sí mismos, malos o buenos alumnos, que sepan que son capaces de hacer las cosas por ellos mismos.

un abrazo, va a ver que ir preparando ya la libreta y la mochila

Susana Peiró dijo...

"...basta un sólo profesor. Uno solo."
Qué refrescante artículo (y libro)digo, desde la estudiante que también entraba a clase "para salir", desde el aburrimiento agónico por las matemáticas y desde el único espacio que disfruté: la historia.
Bastó una sola profesora, la misma que me criticaba "tutear" los personajes (pero que me animaba al debate) para enamorarme de una vez y para siempre de su materia.

Ico, he seguido tu huella y la he pasado estupendamente entre estas letras. Muchas Gracias!

Un abrazo y por supuesto, te sigo!

Ico dijo...

Mármara, gracias ya pensé en leer "como una novela" no sabía que iba del mismo tema... Tantaria ¿ estadísticas? cada día te admiro más.. ja.ja.
Cuántas malas alumnas hay por el foro.. la verdad que, como el autor, mi madre aún desconfía de lo que he llegado a ser tantas veces tuvo que ir a hablar con la profesora y decirle "si se porta mal péguele" y vaya si lo hacía..
Pero como el autor defiendo la tesis de que sabemos ponernos en la piel del travieso y del mal estudiante sin dificultad...

Jeanne dijo...

I will be good :-)

J.

Isabel dijo...

El buen maestro, lo es por vocación. Yo tuve mucha suerte con mis profesores/as, me enseñaron mucho, porque amaban su profesión. Un beso