viernes, 31 de julio de 2009

Pensando



Juan conoce a Julia estando en la cárcel. No es que su encuentro fuera de lo más romántico pero, dada las circunstancias, es lo que hay. Juan la observa a través del cristal un domingo de visitas. Queda fascinado. Esos escasos minutos le bastan para quedarse completamente prendado. Pronto indaga y descubre que es la prima de un interno de su mismo módulo. Le cuesta seis paquetes de cigarros conseguir su dirección para escribirle.
La primera carta fue tímida y tan solo le habla de la impresión que le ha producido verla entrar con su vestido rojo junto a los otros familiares que se volvieron grises y el deseo que le ha despertado de querer conocerla. Emborrona varias cartas antes de mandarle la definitiva. Cambia pechos por caderas y mirada de loba por mirada triste. No está del todo seguro de querer decir lo que dice, pero la envía.
A las dos semanas llega la primera respuesta. Es una breve nota comunicándole que no le importa cartearse con él mientras no se haga esperanzas. A Juan no le importa, le quedan dos años de cárcel y no tiene prisa alguna. Con el optimismo que embarga a todo enamorado confía en que algún día ella pueda sentir lo mismo por él.
Como ella no le hace ninguna pregunta, en la próxima carta Juan le habla él, de los largos días de encierro y de la desesperanza, que como una carcoma le roe cada día el corazón. Julia le responde a la semana. Ella, confiesa, siente la misma desesperanza que él, no sabe bien porqué pero un vacío insatisfecho ha rodeado siempre su vida. La correspondencia entre ambos se sucede con la regularidad de las estaciones.
En una de las cartas, Juan le pregunta cuando volverá a visitara a su primo para poder verla, aunque sea a través de los grueso cristales que separan a los de fuera de los de adentro. Juan piensa un instante en eso, los de afuera y los de adentro. Ella no responde, pero junto a la próxima carta introduce una foto con el vestido rojo sonriendo. La foto será colgada en la pared vacía de una litera gris.
Juan, buscando palabras que expresen lo que siente, comienza a frecuentar la biblioteca del centro. Empieza por poemas que copia y luego le envía y cuando ha acabado con ellos, la emprende con las novelas. Esto es lo que hace la mayor parte del tiempo: escribe, lee y piensa.
Escribe a todas horas, a ritmo enfebrecido. A veces, se siente torpe y como seco por dentro, sin encontrar las palabras que expresen lo que siente, por eso emborrona palabras, rompe cartas. La ausencia de palabras le atormenta.
Ocupa todo el tiempo, más dilatado, si cabe en la cárcel en pensar lo que le escribirá en la próxima carta. Pero hay tan poco que contar de la vida en la prisión que siempre acaba hablándole de cómo ese nuevo sentimiento ha transformado su esencia. Nunca he querido ha nadie, le dice en una larga carta, he andado por el mundo perdido y sin rumbo. He sido un naufrago en una noche oscura pero ahora diviso una luz a lo lejos y sé que eres tú. Julia no tarda en contestarle en similares términos. Eres mi alma gemela, le dice Julia, mi igual; yo estoy como tú, encerrada también en una inmensa cárcel. Y Juan llora de alegría al sentirse, de esa manera, correspondido.
Pasarán más de seis meses antes de que vuelvan a verse de nuevo tras los gruesos cristales. Juan se viste con sus mejores ropas y espera pacientemente junto a los demás presos que agarran a los barrotes de la celda. Cuando el megáfono da el aviso de pase Juan la mira, arrobado, sin poder decir nada. Julia habla por el micrófono y su voz parece lejana, lejana.
Aquella nueva visión tan cercana de Julia exalta de tal manera a Juan que no puede dormir en toda la noche. Como un animal enjaulado recorre en dos zancadas la minúscula celda. En la oscuridad y con la ayuda de un mechero le escribe una apasionada carta.
A partir de ahora, Juan solo tiene un propósito, salir fuera. Se presenta voluntario a los talleres, se inscribe en cursos meritorios, es el preso modelo. Nadie conoce ya a este Juan soñador y solícito. Ahora, a petición de los demás presos, escribe cartas a las novias de éstos. Siente que el amor le ha cambiado. Por eso habla con el trabajador social, le cuenta su propósito, quieren que le revisen el expediente, que le proponga el quinto grado por buen comportamiento.
Nada de esto sucede. Pasan los meses y a Juan sólo le quedan dos semanas para salir. Se lo dice en una carta perfumada y nerviosa. Pero Julia ha conocido hace unas semanas a un hombre, estas cosas pasan, le dice en su carta. Ella no quería, surgió, añade, y cree sin lugar a dudas, que está enamorada. Juan recibe un balazo. Siente que el mundo se le cae encima y queda con la noticia como muerto. Por primera vez, Juan no responde nada. Se queda quieto mirando al techo de la celda, pensando.
Piensa que es el hombre más desgraciado del mundo aunque salga libre dentro de dos semanas. Piensa que la vida es injusta y una puta jodienda. Pero sobre todo, piensa, que ella no lo quiso nunca, que quizás, nunca nadie quiere a nadie. Piensa que qué podía hacer él, si la sola caricia del otro hombre puede más que todo el amor que él siente. Piensa en esto y un rumor de rabia y de dolor asciende mansamente por su pecho. Piensa también que el amor es humo y sólo es tierra la piel y la carne. Piensa tanto que amanece el día y lo encuentra en la litera pensando. Entonces, le escribe una última carta liberándola de su compromiso y carga. No puede reprimir una lágrima, aunque, ya se sabe, una celda nunca es el sitio más apropiado para llorar.

12 comentarios:

Lena yau dijo...

Vaya, Ico...

Qué texto tan hermoso.

Me hizo sonreir y me arrugó el corazón.

Qué sentido...

Me encantó.



Un beso muy fuerte!

Tantaria dijo...

Muchas veces, nos enamoramos más del amor que del propio objeto de nuestro pensamiento. Tienes razón: el amor mueve, motiva, cambia. Siempre hay alguien que quiere un poquito más.
Un besote!!

María dijo...

Excepcional.

Carina Felice, Photography dijo...

Ico...que riquisimos personajes nos has regalado..que historia llena de poesia...ay, me encanto.

without dijo...

La piel y la carne serán sólo tierra,pero necesita nutrirse.

Besos

TARA dijo...

Cuantos hombres y mujeres habrán convertido su vida en un camino a otra persona para poder sobre llevar los barrotes que nos rodean. La pregunta es, si esta opción es correcta, porque si no estamos preparados para un balazo final, las consecuencias pueden ser malas. Pero si estamos preparados para que esto ocurra, entonces habrá sido una decisión inteligente.

Muy buen relato Ico, me ha gustado mucho.

maslama dijo...

hola guapa;
me ha gustado mucho el texto, no todas las cárceles tienen barrotes y guardianes..

besos,

farala dijo...

preciosa historia, temí y poyecté (no lo puedo evitar como lectora) la salida de Juan de la carcel: matarla en la más pura tradición si no es mía no es pa nadie... por lo menos él tiene un corazón sano...

¿cambiaste la presentación en este mismísimo instante???

Anónimo dijo...

Uff, duro tanto sentimiento y el no ser correspondido. Preciosa historia
Nefer

Ico dijo...

Farala cambié la presentación hace un par de semanas, andabas de vacaciones... pero la idea de continuar la mujer manos patas en una sección fue tuya...

Maga h dijo...

Ico que genial la transformación de Juan a lo largo de este relato que atrapa.
Me encantó, llegué al final y de tan real como dice Lena se me arrugó el corazón.

Otro abrazo

dintel dijo...

¿Qué sitio es el apropiado para llorar? Si se supiera, tal como es la sociedad, venderían entradas para utilizarlo, seguro.