El ansia

Las mujeres manos patas tienen el sueño ligero porque acechan mientras duermen. Una parte de su cerebro nunca duerme. Como los animales del bosque permanecen en aparente estado de alerta pues saben que es durante la noche cuando todo puede suceder. Frecuentemente atrapan ideas en ese instante fugaz en que sin motivo aparente se despiertan. Entonces no les queda más remedio que saltar precipitadamente del lecho y acudir sin remisión a la urgente llamada de su ansia, dando rienda suelta al flujo de palabras que se agolpan por salir. Entonces, como Ariadna destejen la madeja de su pensamiento durante la noche, elaboran mensajes, bordan frases y engarzan como finas orfebres exactas ideas en las palabras. Es aquí cuando sus manos patas muestran una mayor habilidad: sus dedos vuelan, repiquetean, como una lluvia sobrevenida de repente en medio de la noche.
Las mujeres mano patas escriben al dictado de una música que solo ella oye y sus dedos bailan enfurecidos como el genio de un pianista loco. A veces, los tentáculos de Medea se detienen , se rezagan, retroceden, toman aliento, pero sólo para volver de nuevo con más frenesí, en busca de nuevas palabras, que se escapan entre los intersticios. Pues las mujeres manos patas, pacientes, urden telarañas invisible donde las palabras caen enredadas, atrapadas, presas ya para siempre por la fiera escondida que las acecha.