jueves, 25 de junio de 2009

Preferiría no hacerlo



La literatura es mágica. Hay magia no sólo en su origen sino en la recepción. Cada una la recibe e interpreta según sus modos vivenciales o sus propios deseos. No he encontrado dos respuestas similares a cuando pregunto a las amigas sobre interpretación final de mis relatos. Pero la magia no queda ahí, sino que ésta intrínseca en la propia obra. Los textos se comunican, fuera de la realidad del escritor, y frecuentemente, establecen relaciones entre ellos que se les escapan incluso al propio autor. Hay libro que nos remiten a otros por asimilación o semejanza, pero también frecuentemente se posicionan frente a otros.
Esto me sucedió hace unos días cuando comencé a leer Dos mujeres en Praga de Juan José Millás. No había leído nada de este periodista, más allá de alguna columna en un periódico nacional. He de reconocer que nunca lo hubiese aceptado en mi lista de escritores por leer, pero ha sido uno de estos libros heredados (leer la magdalena de Proust) a los que irremediablemente me llevó una tarde somnolienta de domingo. Pertenece Millás a esa nómina de escritores mediáticos y comerciales, bien situados en el panorama literario español, que escriben periódicamente bajo instancia de su editor para lectores poco exigentes y acomodados y a los que, en agradecimiento, alguna editorial dedicará algún premio que redundará en mayor beneficio comercial.
No pude pasar de la página 37. Dejé el libro tostándose al sol y comencé a reflexionar el por qué de esa insistencia del autor en la búsqueda enfrascada de lo extraño y lo raro como materia novelable, cuando la realidad tiene suficientes material como para inundar un océano de novelas. Si bien, es cierto que escribir sobre lo absurdo te puede convertir en un Cortazar o Murakami, también te puede llevar a ser un Millás de andar por casa, en la diferencia radica la genialidad.
En Dos mujeres en Praga el autor en un estilo periodístico superfluo y vacío de contenido ,narra la vida de unos personajes planos y poco creíbles, donde los diálogos no se sostienen y el argumento (a causa de esa enfranscada búsqueda de originalidad, tan característica del autor, que solo esconde que no tiene nada que contar) se convierten en estúpidos, como el caso de la mujer que se tapa el ojo derecho y utiliza solo la parte izquierda de su cuerpo para ver la vida distinta. Sin comentarios.
Como casi siempre que comienzo una novela mala me pregunto cuán grande es el ego el escritor para atreverse a publicar algo tan malo y por qué no ha sabido estar callado. Esta pregunta sin respuesta me ha llevado a a la literatura del No, que decía Vilas Matas, y a la gran nómina de autores geniales que un día decidieron no escribir más porque o no tenían más que decir o pensaban que era incompatible vivir y escribir. Pero, la gran mayoría se negaron porque el panorama literario era tan vacuo y ausente de calidad que prefirieron no publicar en un contexto así, donde un lector había sido absorbido por la voragine comercial.
Como antídoto a aquella pesada digestión que me había provocado la novela comencé la búsqueda desesperada por mi biblioteca del genial autor que dio comienzo a la teoría de la inacción. Allí estaba, condensado, trepidante, hasta el final, Bartebly, el escribiente de Herman Melville. Lei de nuevo el famoso cuento donde se narra la vida un enigmático personaje, Bartebly, que deja un día de escribir y acaba renunciando a no hacer nada de lo que su jefe lo ordena con la misma y recurrente frase “preferiría no hacerlo”. La deliciosa obrita, símbolo universal de la literatura, condensa en apenas cincuenta páginas todo una narrativa del absurdo y del existencialismo vital, que algunos posteriores escritores han intentado seguir con mayor o menor éxito.
Desgraciadamente, la gran mayoría de los escritores actuales continua contando para no decir nada, pocos se atreven , ante la falta de ideas o de calidad literaria ,a responder como el genial Baterbly “ preferiría no hacerlo” .

6 comentarios:

dintel dijo...

Es lo que suele ocurrir cuando un cuentista se pone a hacer de novelista, o un periodista de escritor. El caso es que, una ha de saber escoger su lectura y debe haber lectura para todo tipo de lector.

Ico dijo...

No estoy de acuerdo en la primera parte, hay buenos narradores de cuentos como Cortazar y otros, que han escrito grandes novelas, o periodistas como Garcia Marquez, de quien nadie duda de su hacer como novelista... En cuanto a que cada uno elige su lectura, estoy de acuerdo... las reglas del mercado se rigen por la oferta y la demanda... todo es cuestión de eso, supongo.

Sandra Sánchez dijo...

Yo de Juan José Millás sólo me he leído "El mundo" y "Los objetos nos llaman" (libro de relatos cortos, éste) y la verdad es que sí que me han gustado. Yo creo que han conectado con mi persona, no sé...
Del que hablas no lo he leído.
;)

Riada dijo...

De Juan José Millás creo haber leído TODOS los libros que ha publicado, me encanta y sorprende una y otra vez.
El libro que citas sí me gustó y no coincido en tus críticas al respecto, ya se sabe que para gustos se inventaron los colores. :) :) :)´
Uno de los que más me impresionó fue "La soledad era esto".
Salud. :)

Andriu dijo...

Cortázar contaba en una entrevista para TVE que no había que tener prisa en publicar. Él había publicado tarde, pero tenía amigos escritores que habían publicado precozmente y se habían arrepentido de ello. Años más tarde, se avergonzaban de esos textos en los que se reconocían y de los que abominaban.

Llego a tu bitácora a través de otras. Me gusta: hablar de libros es siempre un placer.

moonlight dijo...

linda! Me ha enganchado tu fresca perspectiva.