martes, 21 de abril de 2009

Silencio vaginal

Lloras. Porque empiezas a descubrir. Y tus lágrimas son como una fuente que no para. Llevas tres días encerrada en tu celda esperando que las oraciones te indiquen el camino. Lloras y rezas con la misma intensidad. Cuando crees que abrazas a dios y el rezo ha calmado tu espíritu, el sabor de sus manos en tu boca te hace desfallecer.

Estas tendida en la escueta y sobria cama atrapada en tu dolor y recuerdas cómo empezó todo, y descubres que los caminos son todos el mismo camino que te han llevado hasta allí. Que siempre hay otra, distinta pero igual y solo es igual el dolor.

Un dolor agudo y silencioso en el fondo del vientre como sientes ahora, y te consuelas pensando que el tiempo mitigará con el olvido el dolor de su ausencia. Un dolor que sabes que volverá, en otro rostro, en otro cuerpo como vuelve desde que tomaste los votos, ya doce años, y pensabas, mientras te infringías el más duro de los castigos, el olvido, que todo pasaría con el tiempo. Pero esa emoción que nunca supiste o quisiste dar nombre no era amistad, y ahora lo sabes, mientras abrazas tu vientre como oruga que rompe en crisálida.

El hambre y la sed te dejan sumida en un letargo febril. Las voces del coro llegan hasta tu celda y te trasladas a un espacio donde siendo niña, las voces de las monjas a través de la ventana del convento cercano de tu casa, te elevaban por encima de ti misma.

Y lloras, lágrimas secas como tu cuerpo. Las voces te dicen que siempre había sido así, que siempre fue ella, con distintos rostros y el mismo amor. Ella era siempre, la amiga, la compañera de estudios, la maestra o la directora espiritual por la que soportaste tanto dolor, porque eras feliz si estaba allí, sintiéndola y sabiendo que sentía lo mismo que tú. Tú, la que ahora dudas, encogida en tu celda, la que se pregunta por qué ha hecho un voto de silencio contra sí misma.

Ahora que ella se va nada tiene sentido, Y lloras sintiendo lástima de ti misma, de tu cuerpo oculto, de tus ansias marchitas, porque sabes que no hay mayor martirio que no poder decir el cuerpo lo que el corazón grita.

- Hermana. ¿Se encuentra usted bien?

- Si - respondes- Quiero seguir en mi retiro.

Los pasos no se detienen. La vida no se detiene, igual que la noche da paso al día, y recuerdas con pavor en los ojos, con el rostro encendido, como tu amada te miraba en el comedor después de levantar el plato y ver la señal de su partida escrito en sus ojos ”Solo dios basta”. Pero sabes que no, que sólo el silencio obligado te impide hablar, el silencio, lo que tu corazón encabritado quisiera gritar.

Lloras porque sabes que no podrás aguantar la renuncia que supone otra partida. Y te sientes más humana que hermana, y tu cuerpo se paraliza porque distingues la voz de la amada en el coro y sabes que canta para ti, y te llama en la distancia. Pero hoy no podrás escapar en mitad de la noche para encontrarte en la oscuridad de las orquídeas con ella. Porque mañana ya no estará. Su voz se eleva por encima de todas y viene hasta ti, su voz te acaricia y te despoja de la toca levemente para dejar suelto tu cabello.

- Si estoy aquí es por ti- le dices.

La voz sube y traspasa el techo de la capilla y viene y te abraza, y sientes que está allí esperándote donde cada noche.

Y sus manos como alas se posan en tu espalda y sientes como el hábito cae al suelo como una piel muerta y vencida.

Recuerdas sus ojos encendidos, el paso apresurado ascendiendo hasta la trampilla para salir sin ser vista, y subir, a donde nadie antes allí estuvo.

Sus manos acarician tus hombros blancos y cierras los ojos para no ver como levanta la camisa blanca por encima de tu cabeza.

Y miras sus ojos que ríen y su mano que tapa la boca para no reír ni hacer ruido, porque todos duermen, salvo ustedes dos que se escapan, infringiendo la reglas de nuevo para verse a escondidas, porque hoy es su cumpleaños y tu le has prometido un regalo sorpresa.

Sientes el arrobo de sus dedos en tus pechos blancos.

Sientes profundamente en silencio que te mira sin preguntar. Ella sabe y espera, porque sabe que no es un regalo material el que le harás y sus ojos son dos estrellas que brillan en la oscuridad del campo, entre las murallas de un Ávila enfebrecida.

La mano no se detiene hasta deslizar la combinación y cae a los pies, y sientes que si los abres ves lo que quieres ver y lo que siempre has temido.

Y tus manos no pueden detenerse aunque sea prohibido y apresas sus manos y la llevas a la boca y respiras.

- Te quiero.

Porque tu cuerpo es ya un rio, sabes, antes de que ella pose su mano en tu cuerpo, que el agua corre por tu cauce y arrastra las piedras del camino. Tu corazón, llama palpitante, es un volcán que incendia tus venas y las piedras se vuelven líquido.

Pero ella huye, y solo oyes el aleteo del hábito descender las escaleras a tu infierno. Por eso sabes que te irás. Por eso vistes con premura en ropa de calle. Serenamente, la decisión, ya tomada para siempre. Por eso abres la puerta de tu celda, en mitad de la noche y vas hacia la madre superiora.

- No avise a la provincial, no avise a nadie, me voy- dices.

- Pero, ¿A dónde?

- Vuelvo a casa.

10 comentarios:

Unknown dijo...

Lo leí muy rápidamente y con cierta intranquilidad ya que tenía detrás de mi hombro izquierdo una compañera monja, por cierto muy curiosa, esperé a que se fuera para carcajearme de lo lindo y a todo volumen porque el relato se lo merecía, no el cómo lo escribiste, que una vez más, me sorprendiste muy satisfactoriamente y me gustó tu ingenio y creatividad para formatear en un solo contexto lo que fueron muchos años de incertidumbres,de puro amor también, de renuncias asumidas, de fe infinita y riqueza espiritual y tú lo enmarcaste, ¡cómo no! y con talento y como siempre, de erotismo implícito, de sensualidad,... esto fue motivo de risa explosiva y sana a la vez admiración por la habilidad por enhebrar en tan poco tiempo la fuente de la que bebiste para escribir tu "Silencio vaginal", que por fin algo parió... dando a luz momentos que no recuerdo haberlos vivido así, porque era otra cosa, algo más sublime, más, ... si quieres fascinante y también doloroso, mezcla de todo, mezcla de humano y divino, mezcla de intensidad y de vacíos, de intimidad compartida y soledad, a veces rica, a veces tediosa, a veces calmada y serena... eso sí siempre silenciosa, vives en silencio: de palabras, de sentimientos abiertos, de afectos cercanos... era otra cosa, muy rica y muy pobre, muy mujer y muy hormiga también.
Por fin me añado a tus seguidoras aunque torpe he sido al hacerlo. Como te escribo, ahora rodeada de niños, (están en sus actividades de informática y no me dejan detenerme para prestar la atención que te mereces así que termino con un hictus de risa contenida ¡BRAVE Nieves!

without dijo...

Las palabras no pronunciadas, siempre vuelven.

Un abrazo

without dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Se me encoje el corazón y se me eriza la piel... otro bravo y no pares nunca.

Morgana dijo...

jajaja veo que resolviste el dilema. Muy bueno, Ico, muy bueno.

Mitocondria dijo...

Tu lenguaje despierta sensaciones originales y estimulas estados impensados.

Dori dijo...

Si esto es por encargo qué será cuando sea por propia experiencia...!

Saludos;-)

Carina Felice, Photography dijo...

coincido con Dori, jaja, un abrazo, y felicitaciones, me encanta!

baldufa c'est moi dijo...

al final lo que tiene que ser es, sea cual sea la condicion la manera o el motivo.
Genial !

Ico dijo...

¡¡ qué sería yo sin mis lectores¡¡ ¡¡ vivan ustedes ¡¡ ¡¡ vivan ustedes¡¡