viernes, 3 de abril de 2009

Aula vacia



Aula de clase vacía. Barrio marginal. Familias en paro. Ambiente pobrísimo. Recogida de notas. Fernando está en la puerta. Le saludo, su padre viene detrás. Fernando me mira con sus ojillos tristes, está asustado. Sabe que no será bueno lo que su tutora y su padre hablen de él.
- Le han quedado dos, matemáticas e inglés. Una pena. – dice la profesora.
- Es que las matemáticas no se me dan.
- Bueno a mí tampoco, por eso me tenía que esforzar más, ¿estás acudiendo a las clases de refuerzo por la tarde?
- Sí- responde
- Claro- dice el padre- pero si va y está allí para reírse no le vale de nada.
- De eso le quería yo hablar –argumenta la profesora. –Siéntese por favor.
El padre toma asiento. El chico permanece de pie, es largo y delgado para su edad, quince años. Tiene unos ojillos inteligentes, pero unos dientes excesivamente pronunciados que le dan un aire de animal a punto de echarse a correr. Los compañeros suelen bromear con esto y le llaman conejo, ratón o todo tipo de epítetos. Pero él no se queda impávido, el arremete, más astuto y sagaz que nadie, más mordaz en sus replicas afiladas y certeras.
- Tengo que comentarle sobre la conducta de su hijo. Es muy inteligente, pero su actitud en clase no es buena. Al menos con sus compañeros, siempre está buscando bronca, con las chicas especialmente, está todo el día metiéndose con ellas. ¿ No es verdad Fernando?
El chico asiente. Tiene la cara llena de granos y los dientitos, aunque no sonrían le sobresalen siempre de la boca.
- No te he dicho que en la clases no viene uno a reírse- le dice el padre, el chico baja la cabeza- yo siempre te lo digo: debajo de mi no hay nadie pero encima tampoco.
- El caso es que las chicas se molestan, con razón, es muy agudo y siempre tiene un chiste rápido, un comentario malicioso- intento atemperar al padre exaltado.
- Conmigo también se meten, me dicen ratón y de todo.
- Claro, pero tú eres el primero que das pie. Quizá- digo mirando al padre- el muchacho se sienta acomplejado por sus dientes.¿ No habría una forma de arreglárselos?
- Que va eso cuesta mucho dinero, y yo no tengo seguridad social. Estoy trabajando en negro, en un restaurante- se disculpa el padre.
- Ya- Primera percepción: no debía meterme en estos asuntos.
- Pero el no tiene complejos, él es como yo… -replica el padre.
- Bueno es un chico muy sensible… y ya sabe a estas edades…bueno- lo miro pero me aparta la vista avergonzado- ya se le irá pasando cuando madure, ¿verdad Fernando?, porque yo sé que él solo quiere acercarse a ellas pero lo hace de la forma equivocada. ¿Por qué no le pides consejo a tu madre?- digo intentando cambiar de tema.
- ¿A su madre? Él no conoció ni a su madre…
Definitivamente no debía haber comenzado aquella conversación. El padre y el hijo van saliendo ya del aula.
- Bueno Fernando…seguro que sacas estas dos para la próxima evaluación. Tú puedes- Fernando no dice nada, sus ojillos de ratón están iluminados como a punto de echarse a llorar.
- No le gusta hablar de estas cosas, se pone triste.

4 comentarios:

buxara dijo...

intente dejarte una peticion para un relato, pero creo que no he sabido hacerlo. El texto era: "no hay nada nuevo bajo el sol (que decian los egipcios)".
lo siento me estoy volviendo torpe para las innovaciones :-(
un saludo

maslama dijo...

hola guapa;
¡qué difícil es la profesión de maestra!

besos,

dintel dijo...

En fin... mala edad esa, llena de inseguridades y demases.

María dijo...

Acabo de descubrirte. Me he sentido totalmente identificada. También me meto en unos berenjenales...