Felicita tiene un afición. Pasear mirando casas por el campo. No sé cuando empezó esta afición pero yo sucumbo sin concesión a esta modalidad del paseo que se vuelve contagiosa. Simplemente le nace, tiene un gusto desarrollado del espacio y hace de cualquier sitio un lugar agradable. Por lo que, en muchas ocasiones me veo arrastrada por ella a parajes insólitos en el campo. Es casi una enfermedad, no puede ver una casa que le guste que no la describa con toda suerte de detalles. Y como es tan expresiva y minuciosa en su relato, pues casi sin darte cuenta, ya estás viviendo dentro.
-mira esa de ahí que bonita, mira que jardín tiene, has visto la mesita que tiene justo debajo del árbol...
- sí, es verdad
-mira qué bonitos los cactus en la ventana, te imaginas ahí por las tardes tomando un té o leyendo en esa hamaca.
Me imagino, inevitablemente, me imagino. Por lo que son tantas las casas donde hemos vivido en nuestra imaginación cada día que, ya hemos adaptado una expresión o una fórmula fija para indicar que nos imaginamos ya viviendo dentro.
- “lo veo” “lo veo”
Y así pasamos el día viéndonos en diferentes casas, unas cerca del mar, otras en la montaña, otras bajo un barranco. Hoy hemos ido justo a preguntar por una casa en el pueblo de Tara. Le hemos preguntado a la primera mujer que pasaba por las callejuelas desiertas. La señora comía tranquilamente un tomate. Reflexionó unos instantes nuestra pregunta.
- me suena, me suena... pero no me sale ahora.
En ese momento pasaba por allí un lugareño al que llamó para que se acercara. Éste enseguida dijo que sí, y la mujer le dio paso al hombre para que hablara. Esta fue nuestra curiosa conversación:
- claro- dijo el hombre amable y contento de poder ayudar- ésa es la de la mecánica...
-Y habrá alguien allí?- le pregunto-
-No, pero la familia vive allí.
El hombre señala un enjambre de casas a más de quinientos metros de donde estamos. Es imposible divisar a esa distancia, Hay en medio una autovía, una rotonda, y luego un grupo de casas.
-¿Detrás de la rotonda?- pregunto sin dar crédito.
- Sí… ¿Tú ves aquella casa blanca de allí?
Todas las casas son blancas, pero el hombre parece tan amable y tan dispuesto a ayudar. Felicita parece que está tan entusiasmada por haber encontrado a los dueños que ya “la ve” “la ve”
- Sí… ¿Por donde están pasando los coches?
- Sí… por allí... – dice el hombre señalando.
- La casa grande de dos pisos ¿la ves?
-Si - dice Felicita- Pues olvídate de ella.
- ¿ves la que está al lado de ella?
Es imposible ver nada desde aquella distancia, pero ya esbozo una sonrisa socarrona.
- Sí.- le digo.
- Pues olvídate de ella, ésa tampoco es, la segunda no, la tercera que ves que tiene una parra delante de la puerta…
Ya a esta altura no puedo contener la sonrisa. Asiento.- Pues olvídate de ella... Sigues todo palante y es la otra.
- Ahh…. - responde Felicita con la cara a cuadros.
Agradecemos la ayuda. Yo me he tenido que volver al coche sin poder contener la risa.
3 comentarios:
Me a parecido muy auntentico y divertido, es nuestra gente
Pues olvídate de ella. Me encanta. Cuando se asegura de que la ves y tú crees que por fin te has olvidado. Genial. Muy divertida la experiencia, rompemos lanza a favor de la gente auténtica, con la que me encanta pararme en un sitio desconocido y que te atiende como si tuvieran todo el tiempo del mundo, que igual lo tienen, pero te lo dedican a ti.
...que por fin te has ubicado... perdón, que me dejé llevar por el "pues olvídate de ella", jajaja.
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