lunes, 16 de marzo de 2009

Deja los pantalones en casa


No había sido una buena semana. En realidad, no había sido un buen mes ni un buen año. Pero los cosas iban a cambiar, hoy mismo podían cambiar. Mientras su pensamiento divaga en éstos y otros asuntos, su mirada se detuvo en un cartel publicitario que unos operarios colgaban a duras penas en la avenida marítima. Una mujer en ropa interior, joven y extremadamente delgada anunciaba algo que no pudo llegar a leer. De dónde sacarían a esas mujeres pensó. Se miró las manos sobre el regazo y observó sus brazos magullados. Debió ponerse manga larga, aunque hubiese sido peor, andar con manga larga y casi treinta grados de temperatura. Una adolescente se sentó a su lado. La saludó. Pero la chica no dijo nada, continuó oyendo su mp3 en su burbuja. La mujer suspiró. La muchacha abrió una revista que llevaba doblada en forma de tuvo en la mano. Quedaban todavía cuatro paradas. Por encima de su hombro leyó lo que la chica leía: Diez consejos para estar guapa para tu novio. Dejó de mirar y se alisó la falda. El chofer le hizo una señal.
- Es aquí señora.
Lo saludó al bajar, era simpático el hombre, quizá lo volviera a ver a la vuelta. La mujer miró de nuevo el papel arrugado del bolso. Miró a un lado y otro de la calle y no vio a nadie. Solo inmensas naves industriales que parecían desiertas. Un hombre en mono azul salió de una de las naves.
- Al final de la cuesta.- le dijo éste, y siguió su camino.
Cuando llegó hasta el final de la calle unas gotas de sudor le corrían por la frente. Se detuvo delante de la puerta. Una mujer escribía en un ordenador detrás de una ventana de cristal.
- Buenas, vengo por el anuncio. Por el puesto de trabajo
La mujer levantó la vista sin comprender. Se alzó de hombros y levantó una mano para señalar.
- Atraviese el almacén y al fondo a la izquierda, subiendo las escaleras está la oficina del encargado.
El hombre miró sorprendido a la mujer de anchas caderas que entró por la puerta. Llevaba un ridículo bolso en la mano y un gesto asustado. El hombre se preguntó qué hacía allí. La mujer pareció coger resuello, luego habló.
- Buenas, vengo por el puesto de trabajo.
El hombre arqueó las cejas.
- ¿el de mozo de almacén?
- Sí, ese mismo.
- Pero es un trabajo para hombres.
La mujer permanecía de pie. Tenía los pies hinchados, y el corazón le palpitaba cada vez más.
- En el anuncio no dice nada de eso - respondió
El encargado se llevó la mano hacia el cabello. No aparentaba más de treinta años y seguramente nunca se había encontrado en una situación como aquella.
- Bueno, en realidad, se usa maquinaria, es un trabajo bastante duro, por eso no es indicado para…
El rostro de la mujer se encendía por momentos. Una vena se le hinchaba en el cuello.
- Yo soy fuerte… puede hacerlo…
El hombre se movió en su sillón incómodo.
- Lo siento, señora, pero no es la política de la empresa, nunca hemos tenido mujeres para este trabajo… porque le aseguro que es realmente duro.
- ¿Sabe usted lo que es realmente duro? Levantarse a las cinco de la madrugada, coger el sacho, trabajar en el campo de sol a sol por una limosna. ¿Usted ve estos aruñazos?- la mujer muestra los brazos al hombre- son de coger piñas en el campo, sabe usted, las hojas cuando las arranca son como cuchillas. He cogido tres guaguas para llegar hasta aquí, y no me pienso ir sin que por lo menos usted me de una razón de peso a porque yo no puedo trabajar levantando cajas en este almacén o levantando la palanca de una máquina. No señor… no me pienso ir.

2 comentarios:

dintel dijo...

Debiéramos buscar siempre una "razón de peso". Cómo disfruto leyéndote!!! Razón de peso para seguir haciéndolo, ;)

sarayrodriguezsuarez dijo...

La heroína siempre será femenina el héroe es solo un subproducto