miércoles, 4 de febrero de 2009

Santa Catalina


Para quien me encuentre
Me llamo Ana de Salazar y nací un día de primavera de hace ya muchos años, por lo que rondo con soltura los sesenta y algunos años más; cuarenta de los cuales he pasado en el convento de la villa de Teguise. He vivido, por tanto, una vida tranquila, y a buen recaudo de los males terrenales. Tan solo una cosa ha enturbiado la paz y el sosiego de mi corazón; volver a Santa Catalina
He recordado cada día con lucidez de memoria aquél destello de luz en las noches de vendimia como si fuese ayer. Esa noche, yo había soñado con un dragón, que con su lengua de fuego arrasaba los campos de Santa Catalina. Como durmiera con mis hermanas desperté sobresalta, y para no molestarlas me llegué hasta mi madre, que aún trabajaba en la faena de la casa. Entonces le relate mi sueño. Mi madre, temerosa de dios mandome a confesarme al día siguiente con el padre Andrés. Pero eso no llegó porque esa misma noche, en la quietud de los grillos, un estruendo de cañones hizo retumbar las puertas y las ventanas. Pero no eran cañones, sino que, en la caldera de los Cuervos, la tierra, como mujer parida, se abrió y de ella nació una montaña que vomitó durante días fuego, piedras y arena por igual. Al principio el río de fuego corría veloz hasta el mar, luego, fue lento como la miel. Pero la ceniza caía y cubría de negritud los campos, la gente y los animales; y la lengua de fuego dejaba tras de sí casas quemadas, aljibes, maretas y pajeros, no quedando ni una sola hierva ni una rama para el ganado. Entonces fue cuando el padre Andrés me envió a la villa porque no había ya granos para nadie y el corregidor impedía la huida a todo aquel que quisiera salir de la isla. La primera en caer sepultada fue Mazo, después Timanfaya y Rodeo, y por último, Santa Catalina, que duerme ahora bajo mis pies, recordada sólo por esta vieja moribunda que reposa en su piel rugosa, y es ahora cuando mi vida llega a su fin.

Doy fe.
Lanzarote a xxxx de septiembre de 1779

2 comentarios:

Anónimo dijo...

oiga profesora, qué bien escribe usted. Me gusta el trato en el habla y los lugares como vividos. Mereció la pena el encargo. Doy también fe.

Ico dijo...

Me alegro mucho, espero que la gente continue animándose a enviarme fotos, ideas o titulos para los relatos.