domingo, 25 de enero de 2009

SOMBRA DE TIEMPO

No tengo memoria. No recuerdo cuando la perdí. No sé en qué momento mi mente hizo clic y dejó de hilar de forma lineal y consecuente los acontecimientos que una vez formaron parte de mi pasado.
Hay personas que piensan que esto es una desgracia. No para mí. Ausente de recuerdos añejos, tengo el espacio vacío para llenarlo con los que invente. Teniendo, sin ninguna mala conciencia, la posibilidad de irme reinventando cada vez que quiero.
Sin embargo, esto no es del todo cierto, a veces, como hoy, me llega como un relámpago de luz un recuerdo, que sé, sin mucha certeza, que me sucedió a mí. Fue a causa de esta foto que me ha enviado mi hermana.
Mi hermana, la de la foto sonriente y mojada, y a la que todos llamábamos la rata porque se pasaba la mayor parte del tiempo escondida de la gente en su minúsculo cuarto, sonríe a la cámara. Mi abuela, casi como un fantasma o una sombra que se desdibuja ya, está detrás, resguardada del sol bajo las toallas.
A mi abuela no la conocí, murió cuando yo era todavía muy pequeña para acordarme, solo un recuerdo: una tarde me envió a comprar galletas y cuando volví con el paquete de galletas María me dio la peseta que había sobrado de la vuelta.
De mi hermana tan sólo recuerdo aquél día. Debía ser domingo porque estábamos casi todos los hermanos en la mesa de la cocina hablando y comiendo café con leche y pan con mantequilla. Mi hermana salió de su cuarto y se sentó con los demás, en la mesa y fue cuando dijo aquellas atroces, para mí, palabras. El silencio cortó el aire un instante, como si todo se detuviese, y en medio estuviera yo, mirándola asustada porque pensaba que iba a perderla. Luego empezaron las preguntas y las risas, y los comentarios de mi madre y yo me llevé una buena torta por gritar que no quería que se casara.
No recuerdo qué se dijo, que fue lo que realmente me asustó ni porqué acabé llorando desesperadamente debajo la mesa. Tal vez temía que se fuera de la casa para siempre o se muriese en ese instante.
Mi hermana se casó, y no sólo no se fue sino que vino a vivir sobre nuestra casa. Despues de la boda tan sólo desapareció una semana sin bajar a la casa y fue, según nos dijo años después, por vergüenza. Su cuarto minúsculo de soltera pasó a ser ocupado por mi hermano, el banana, que pasaba muchas menos horas en él y siempre lo dejaba abierto. Un día descubrí porqué se encerraba la rata en su cuarto tantas horas. Debajo del colchón y lejos de la mirada inquisidora de mi madre encontré su secreto. Las novelas se amontonaban escondidas sobre el somier de muelles. En aquella época para mi madre leer novelas era solo perder el tiempo.

sábado, 24 de enero de 2009

CONCIENCIA SOCIAL



Hay momentos donde un gesto simple pero profundo puede cambiar una vida o muchas vidas. Hay gestos o acciones, tan imperceptibles como el aleteo de una mariposa, que pueden cambiar el mundo y hacer que este sea un poco más humano.
En el vértice del abismo, una decisión u otra, nos hace grandes o nos destierra al olvido. Elegir, cuando el dolor de la muerte de un hijo te nubla la conciencia, decidir escoger entre la comprensión de la violencia en vez de la violencia en estos tiempos es un acto tan fieramente humano que nos hace, de alguna manera, sentirnos orgullosos y llenos de esperanza.
Esta fue la decisión de los padres de Iván, un joven canario de diecinueve años, que un una noche salió a divertirse con sus amigos y nunca más volvió. Cualquier padre, hubiese gritado y clamado venganza y justicia contra el asesino, otro joven, que le pidió dinero y al no dárselo le dio una patada mortal. Pero los padres de Iván no lo hicieron, ni hicieron dramáticas declaraciones sino que en la serenidad y en la profundidad del dolor de haber perdido a su único hijo decidieron tener conciencia social y hacer algo para, en la medida de lo posible, evitar otra muerte más.
Porque, en una reflexión tranquila comprendieron que a su hijo no lo mató un joven, sino que todos y cada uno de nosotros lo hicimos, que a Iván lo matamos todos los que hemos aceptado que la violencia se haya convertido en un valor positivo para los jóvenes, quizá los padres de Iván comprendieron en su dolor que el ejecutor de esta violencia no es sino un engranaje más y la consecuencia de la violencia generada por esta sociedad.
Es por esto que los padres de Iván, como profesores y educadores, saben que sólo hay una forma de atajar la violencia: la educación. Por esta razón, han decidido llevar a cabo la formación de una plataforma “conciencia social” donde se analice y estudie los fenómenos y orígenes de la violencia juvenil urbana.
La presentación de esta plataforma juvenil se realizará el martes a las 21:00 horas en el Paraninfo de la Universidad de las Palmas, c/ Alonso Quesada, 30, a cargo del padre de Ivan, Rafael Robayna, profesor de esta universidad. Las jornadas, que comenzarán el lunes a las 19:00 dentro del Aula de Globalización, Paz e interculturalidad y tendrá por nombre: Dos miradas sobre la violencia juvenil urbana: desde la perspectiva sociológica y educativa, donde se desarrollarán a cargo de distintos profesores de sociología de la Universidad Complutense y la Universidad de las Palmas, con la finalización de una mesa redonda: buscando respuestas.

Gracias a los padres de Iván por hacernos un poco más grande como seres humanos. Para más información:
http://www.ulpgc.es/index.php?pagina=noticia&ver=violencia_220109

jueves, 22 de enero de 2009

EL PÁJARO DE MURAKAMI


Bueno hoy toca recomendar dos libros que he leído este pasado 2008 y me han gustado mucho. El primero, DESGRACIA de J.M Coetzee, una novela corta pero intensa. Escrita en una prosa sobria no exenta de ironía, cuenta la caída en desgracia de un profesor de universidad acusado de acoso por una alumna. El drama del protagonista se enhebra con la historia de violencia interna que vive un país del que se habla poco : Sudáfrica.
Sin embargo, el gran autor revelación de este año ha sido para mí Haruki Murakami. Creador entre otros de este maravilloso libro : CRÓNICA QUE DEL PÁJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO, no deja nunca de sorprenderme y cautivarme. Sus novelas y cuentos nos describen una realidad llena de complejas aristas, donde lo mágico y desconocido es un elemento más de lo cotidiano. Todos sus libros nos sorprenden y nos apenan cuando llegan su fin, como TOKIO BLUES. Murakami nos adentra, en un prosa sencilla y clara, en la línea del realismo mágico.
Y como no podía ser menos, he aquí dos libros de los que podrías pasar perfectamente:
EL LADO FRÍO DE LA CAMA de Belén Copegui.
Porque respeto el trabajo de escritor, suelo darle mucho margen a un libro que no me gusta, incluso algunos me los acabo. Pero he de reconocer que de éste no pasé de la página 63, y eso que era uno de los pocos libros que he comprado (casi todos los saco de la biblioteca). Desconocía a la autora, pero desde el inicio me pareció una prosa fría y tendenciosa. Me aburren soberanamente las novelas de tesis, es decir, las creadas para la defensa ideología y política, perdiendo así, en este empeño, todo el valor literario necesario para ser una buena novela, o al menos que sea entretenida.

Otra novela que no pude acabar, a pesar de las múltiples recomendaciones. Debí esperar casi un mes para poder sacarla de la biblioteca (había una lista inmensa de reservas.) fue LA CATEDRAL DEL MAR de Idelfonso Falcones. La historia desde un principio no me pareció creible, esto es primordial en las novelas históricas, como es el caso. No creí en los diálogos de los personajes ni en las historias, ni cómo ambientaba la Edad Media, de forma que te hiciera creer que estabas alli. Fue como ver una película con actores de cartón piedra.

domingo, 18 de enero de 2009

MUJERES


Su marido no entendía cómo podía levantarse el lunes de tan buen humor. Para él, esos momentos de llamada del despertador, eran los más duros del día. Para Yara, sin embargo, eran los más enérgicos y gratos. Cualquier cosa podía pasar, solía decirse a sí misma. En ocasiones, estaba ya despierta imaginando cómo sería el día, e inevitablemente aparecía ella, en la oficina, mirándola desde lejos, de aquella forma que la turbaba, que la obligaba a bajar la vista. Se revolvió en la cama, desde hacía un tiempo, había adquirido la costumbre de analizar minuciosamente cada gesto, cada palabra, cada beso que le daba, eran estos iguales a los que le daba a las demás compañeras. Quizá, pero podría también asegurar que no. ¿No pasaba casi todo el tiempo con ella, no había rozado demasiado sus labios a la comisura de los suyos la última vez que la saludó?. Se estaba volviendo loca. Se levantó bruscamente, deteniendo sus pensamientos, el despertador sonaría en un instante.
Cada día realizaba el mismo recorrido para llegar a la oficina a las ocho, tomar el metro línea uno hasta Plaza de Castilla y luego el autobús a Mirasierra. Nada más atravesar el complejo sentía como se le aceleraba el corazón y los pies se le convertían en gelatina. Saludó a algunos compañeros de la sección de compras que encontró por el caminó y se detuvo en la cuarta planta. Como era habitual, nadie había llegado todavía. Desde los ventanales que daban a la carretera de Colmenar hacía un día triste y apagado. Ocupó su asiento y metió su clave de acceso. Las compañeras comenzaron a llegar en tropel. Saludó a cada una de ellas e intercambio algunos buenos días y las preguntas habituales sobre el fin de semana. Se apuntó en una nota: llamar a la madre de Miguel.
Entonces sintió su presencia, un rubor encendido le subió por la espalda hacia el cuello, erizándole el cabello de la nuca. Se giró y allí estaba. ¿Qué tal el fin de semana?, luego nos vemos, quedamos para comer ¿no?. Cuando quiso responderle, sin saber bien por dónde empezar ya se había marchado. Miró a su alrededor, como si hubiese cometido una fechoría. A veces pensaba que era tan evidente su expresión que todos lo sabían. Una llamada entrante la alejó de esos pensamientos. Volvió hacer varias llamadas a clientes. Antes del desayuno se encontró hablando con Miguel e inventado una excusa para no comer con él. Este mes te vas a forrar con las horas extras, le dijo. Ya. Bueno, no te olvides de llamar a mi madre que cumple hoy y quedar para el sábado. Sí, lo tengo apuntado. Te quiero, chao. Después de cortar se sintió mal. No le gustaba mentir. Siempre había detestado la mentira. Todo aquello era una locura, quería a su marido, era un buen hombre que la adoraba. Sin embargo, no podía clasificar lo que le sucedía con Marta. Qué estupidez. Nunca, nunca sucedería nada. Le horrorizaba sólo el pensarlo. Sabía que jamás le engañaría. Se prometió que aquella era la última vez que lo hacía. Se levantó para ir al servicio evitando pasar por su mesa. Se miró al espejo, se maquilló las ojeras que últimamente habían pasado a formar parte de su decorado. Sin embargo, tenía un brillo especial en los ojos. Cuando cerró la puerta del baño oyó que alguien entraba, y luego sonó el movil. Lo reconoció, era el movil de Marta. Dudo un instante, pero permaneció quieta, sin atreverse siquiera a respirar. Ella había respondido, Sí, claro, no te preocupes, pasaré luego por ellos. Hoy no voy a comer, no puedo de verdad, ya me gustaría, me quedaré por aquí en la oficina, hay mucho trabajo. No te preocupes, tomaré algo en la cantina. No, de verdad, no hace falta. Nos vemos en la cena. Te quiero.

jueves, 15 de enero de 2009

FRIO EN LOS HUESOS


La casa del Gamonal estaba en lo alto de la colina, sobresaliendo del resto de las otras construcciones. Aún me pregunto qué me llevó a elegir aquella casa tan apartada del pueblo y tan poco asequible a mi presupuesto. Pienso hoy, desde la lejanía que quizá, una energía más poderosa que la propia voluntad me llevó a atravesar la verja de madera del jardín de aquella casa.
La mansión, asentada sobre una base antigua de piedra donde se había construido, una nueva edificación, según nos dijo el propietario, se componía de un enorme jardín, en donde crecía la mala hierva. A un lado de éste, se encontraba el cuarto trastero que hacía las veces de garaje y que nunca utilicé salvo para tender la ropa los días de lluvia. Sorteando el barrizal, se llegaba a la entrada principal, ascendiendo dos peldaños, o se podía continuar por un sendero cubierto de maleza y llegar bordeando la casa hasta un cuarto de aperos abandonado que un día me propuse arreglar y que nunca hice.
Mirando desde fuera la mansión era de una majestuosidad incomparable. En la primera planta se encontraba una pequeña salita, la cocina, y un dormitorio con dos camas y el baño; en la segunda, y esta parte era lo mejor de la casa, un dormitorio y un enorme salón acristalado con chimenea; esto último fue lo que me decidió definitivamente a alquilarla. Sin embargo, pronto comprendimos que ésta no era suficiente para detener el frío tan intenso que había en aquella casa. Porque aquél frío no era igual a ninguno, se calaba en el cuerpo envolviéndote y te llegaba en un instante a los huesos.
Pero, no quiero adelantarme a los hechos, que más de una vez he querido borrar de mi memoria, y a los cuales he intentado encontrar una explicación sin hallarla. Ahora, en esta edad cercana a la muerte, quiero confesar lo que viví en aquella casa, antes de que mi tiempo se acabe.
Todo comenzó con el frío. Con un frío extremo que llegaba de forma inusitada a invadir toda la casa. Puesto que era frecuente que, estando en el salón leyendo, sintiera una corriente de aire frío, como si alguien hubiese de pronto abierto una puerta.
Pero, ¿Cómo podía explicar los hechos sin que me traten de demente y senil? Solo me queda el consuelo de saber que, mi amada Laura, dios la tenga en su gloria, fue testigo conmigo de aquellos hechos. A pesar de lo que vivimos, callábamos, el amor que nos profesábamos nos impedía revelar al otro el miedo que sentíamos, protegiéndonos así mutuamente.
Pero antes, debo mencionar los fenómenos extraños que sucedían en la casa antes de aquella noche. Comenzó con el frío pero no quedó ahí, pues en ocasiones, un extraño perfume invadía la estancia y permanecía flotando en el aire. A veces, como aquella noche, en la cama, podía sentir crujir la madera del salón como si alguien, con leves pasos se dirigiera hacía el dormitorio. Y así fue aquella noche.
Me había ido a dormir pronto, Laura tenía turno de noche en el hospital y yo me había ido a acostar tarde, el cansancio y el agotamiento se apoderaron pronto de mi cuerpo. Sin embargo, no había aún cogido el sueño cuando, sentí como de nuevo el frío gélido entraba en el dormitorio. Mi corazón, en la oscuridad, empezó a latir desesperadamente, y casi llegó al punto de paralizarse cuando sentí sobre mí cadera posarse el peso leve de una mano. Permanecí inmóvil, aterida, incapaz de mover o de hacer ningún sonido, engañando a quien quiera que fuera, humano o no, haciéndome la dormida, sintiendo aquella mano cada vez pesar más sobre mi cuerpo.
Solo dos meses después de estar en la casa, ocurrió el huracán Delta. Laura había llegado demacrada, un poste de la luz se le había caído en medio del camino, a solo un metro del vehículo. Pronto descubrimos que la casa no era más segura que la calle. El viento se filtraba por las ventanas emitiendo un silbido agudo y alargado entre la madera, como si de pronto la casa hubiese tomado vida y se quejara. Las hojas de lo árboles arreciaban contra los cristales de las ventana como las velas de un navío en medio de una tormenta. Un sonido extraño, que identificamos al unísono como el de unas cadenas arrastrándose nos paralizó. Nos tranquilizamos pensando que eran sólo las tejas del techo que se desprendían. El agua entraba a raudales por la ventana y los rayos iluminaban el jardín poblado de extrañas sombras. Laura, no aguantó más y comenzó a llorar, la gata, faltaba la gata. La consolé, nos iríamos de allí mañana mismo.
De repente, todo se paralizó un instante, como si la casa contuviese el aire, para volver como una gran ola, más fuerte, haciendo vibrar los cristales y aullar el viento que entraba furioso por la chimenea. Bajamos hasta el garaje, atravesando las sombras del jardín en busca de la gata, llovía como si el cielo se hubiese roto y de pronto, vimos como el muro de piedra que rodeaba el jardín se doblaba sobre si mismo para volver de nuevo a caer en sentido inverso como si de una hoja de papel se tratase, arrancando del interior de la tierra los conductos de agua que alimentaban la casa.
Meses después, amainada la tormenta, y ya lejos de la casa y su influjo, nos decidimos a hablar de todos aquellos sucesos ocurridos durante el huracán, sincerándome y contándole lo que había vivido en la casa y aquella noche en el dormitorio. Entonces, Laura, mi amada, comenzó a temblar y a palidecer, confesándome bajo una gran turbación que ella también había sentido el frío, el perfume, y el peso de la mano en su cuerpo.

miércoles, 14 de enero de 2009

REPÚBLICA BANANARIA



Leyendo cualquier periódico digital, cualquier día del año, una no puede más que sentir lástima por este país nuestro y cierto desdén por quienes lo gobiernan, para acabar preguntándonos qué hemos hecho nosotros, o mejor, qué no hemos hecho para merecer esto. Imagino qué pensaría un alienígena si en el día de hoy leyese la prensa digital donde podemos leer:
1º- Que el vicepresidente de Canarias y consejero de Economía y Hacienda, José Manuel Soria, está siendo juzgado por un caso de cohecho cometido en el 2005 mientras era presidente del Cabildo. El delito: dar trato de favor a su amigo y empresario noruego, ofreciéndole licencias para construir 3600 camas más en el complejo turístico Anfi Tauro. Entre otras cosas que no sabemos, su amigo lo recompensó con un viaje de lujo con todo pagado a los fiordos noruegos y a saber qué más. La jueza investiga la falsedad de las facturas que el consejero de hacienda presenta.
2º- Se archiva una causa contra uno de los constructores más grande de la isla, Santana Cazorla, constructor entre otros del complejo turístico Tauro, por la más que probable connivencia con un político tinerfeño a raíz de unas escuchas telefónica donde éste demandaba al político cómo iba su expediente, vamos lo suyo.
3º Un periodista sufre amenazas de muerte por investigar “el caso Arona”, donde, recordemos, se acusa de prevaricación a los concejales por permitir en el Plan General de Ordenación Urbana, entre otras lindezas, recalificaciones de terrenos para promover su venta, de irregularidades en las licencias, licencias a dedo…etc.
Ante esta serie de noticias, el alienígena, lo más probable sacaría conclusiones acertadas acerca de una civilización antigua y amoral donde la connivencia manifiesta entre el poder político y empresarios era moneda corriente.
Son este tipo de actuaciones, tráfico de influencia, prevaricación, licencias a diestro y siniestro, tú me das aquí y yo te doy allá, explotemos que algo queda, lo que ha mermado la credibilidad política de muchos y la paciencia de otros. Los ciudadanos se sienten defraudados porque su voto muchas veces no sirve para nada, recuérdese pacto de Coalición Canarias y PP para desbancar al partido mas votado (el PSOE).
Son estos hechos los que hacen que la ciudadanía diga que “pasan de política”. Sin embargo, ¿no es esto lo que buscan muchos de ellos para así, más impunemente, dominar el cotarro?. La información es conocimiento. El conocimiento nos hace, no más felices, pero sí más fuertes.

martes, 13 de enero de 2009

EL PODER DEL MARKETING




Hoy quiero recomendarles un libro de poesía La extracción de la piedra de la locura. Otros poemas, de Alejandra Pizarnik, autora argentina de fascinante personalidad. Destacar su situación de mujer escritora y lesbiana en una época aún difícil de sobrellevar ambos aspectos. Vivió en Paris, fue coetánea de Borges, y se suicidó a los 33 años. Autora de otros relatos como La condesa sangrienta. Su poesía es desnuda, desierta y con una extrema hondura, metáfora quizá del silencio y de la lucha interna que vivó consigo misma y la sociedad. De reminiscencias surrealistas sus escritos nos remiten a Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé...
En el libro podemos encontrar poemas tan bellos como estos:

Sólo la sed
El silencio
Ningún encuentro.

Cuídate de mí amor mío
Cuídate de la silenciosa en el desierto
De la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de la sombra


Como hoy es martes y trece, y hay que echar fuera la mala suerte, y tengo ganas de criticar, comienzo la sección de libros que no hay que leer (al menos desde mi humilde punto de vista).
El primero que se lleva tan insigne honor es sin lugar a dudas, El niño con el pijama de rayas, de John Boyne, de lo que se deduce, por si algún incauto aún no lo sabía, de lo que es capaz de hacer una buena campaña de publicidad y marketing. El año pasado lo recomendé a instancias de una compañera de departamento que me dijo que era “buenísimo”, lo cual demuestra que ser profesora de lengua no significa tener buen criterio literario. Confiada, y no conociendo más que lo que indicaban todas las reseñas literarias, que lo ponían como el libro más vendido del año (ya debía yo haber desconfiado de eso) lo seleccioné para alumnos de 3º de la ESO como libro obligatorio, ya que se vendía como libro recomendable, tanto para jóvenes como para adultos. Falso, es un libro malo, tanto para los adultos como para los jóvenes, simple, te decepciona hasta el final. Lo único excepcional es saber como un libro de tan poca calidad literaria ha sido tan bendecido por todos. Cuando lo leí, me prometí no recomendar libros a los alumnos sin antes no habérmelos leído previamente.
Comentario acertado de un alumno, “un rollo, seño”

lunes, 12 de enero de 2009

CARRETERA A NINGUNA PARTE


Aquél domingo sentí un especial desasosiego. Ahora lo recuerdo. Normalmente habría sacado a los perros, comprado el periódico y pasado el día comiendo porquerías y leyendo tranquilamente. Sin embargo, no hice nada de eso. Saqué a los perros que husmearon un poco el ambiente de lluvia y volvieron, sin mucho entusiasmo, al jardín. Me vestí sin ducharme y saqué el coche del garaje. Habitualmente conducir sin objetivo ni prisas me relaja. Había comenzado a llover. Cuando Martin entró de nuevo en mi cabeza me dí cuenta de que tomaba el camino de todo los días. Me resistí y en la primera rotonda me desvié a la izquierda. Luego, premeditadamente comencé a tomar todos los devios que veía. Este ejercicio inocuo y la lluvia arreciando en los cristales me daba una extraña sensación de acogimiento y libertad. Al cabo de una media hora acabé en una carretera secundaria que desconocía y a cuya izquierda se divisaba un hermoso barranco. Entonces lo vi. Levantó el brazo derecho en posición de auto stop sin demasiado convencimiento y frené en la cuneta.
Era un muchacho de no más de quince años, dieciséis, como mucho. Me saludó escuetamente dándome las gracias y le pregunté adonde iba. Por su vestimenta, un chándal impermeable blanco y demasiado grande para él supuse que iba a aquella zona. Le dije que no tenía ningún rumbo fijo y que no me importaba llevarlo. Me miró sin comprender demasiado y se alzo de hombros. Comencé a preguntarle sobre sí mismo, a lo que el respondía con monosílabos. Por lo que pude conocer de él no trabajaba ni había acabado la ESO. Entonces fue cuando caí en la cuenta de que por aquella zona había un centro de Medidas Judiciales para menores. Pedí disculpas por hacerle tantas preguntas y permanecí en silencio. Bajo la gorra advertí un rostro infantil, una cicatriz en la ceja y en el pómulo izquierdo. Tenía una mirada desconcertante y dura.
- En verdad… -comenzó el muchacho- yo tampoco tengo rumbo fijo. Voy a Jinamar porque allí están mi colegas. Pero seguro que la cago… porque estoy dejando de ponerme y me van hacer una analítica cuando venga el domingo.
Me quedé sin habla pero la curiosidad pudo más.
- ¿Y tus padres dónde viven?
El joven me miró a los ojos como quien mira a una niña pequeña y sonrió.
- ¿Puedo fumar? - me preguntó. Asentí.
- No sé….bah… por ahí…llevo toda la vida en centros, de protección, de acogidas y de ahí al semiabierto, y ahora estoy en éste.
- ¿y no tienes más familiares?
- Sí… claro…- respondió ufano- en Jinámar esta mi abuela, y también mi tío que está hecho polvo con la bebida, con la mujer y tres niños… pero mi abuela… está vieja ya. - Noté que no había en su voz ningún atisbo de conmiseración hacia su persona sino de un orgullo personal fuera de todo alcance.
- Pero, no se crea usted, eh, que yo no soy un niño, me las arreglo bien solo. Hago un puente a un BMW, en menos de nada y me hago dos o tres apartamentos en una noche.
- ¿Y si te cogen? ¿No te da miedo volver al Centro de Menores?
- Bah…. Si me cogen… ya no vuelvo más aquí…- aspiró una bocanada de humo e hizo unas bolutas perfectas en el aire- como ya cumplo este mes dieciocho, me meterían en la cárcel, allí tengo a buenos colegas y a mi abuelo. Eso nada- dijo en una fresca sonrisa- como volver a casa.

domingo, 11 de enero de 2009

LA CAMPANA SIN SONIDO


Sir Eduard Devalantien llegó al poblado erguido en su caballo, dos palanganeros le seguían a la zaga mostrando signos evidentes de cansancio. La multitud se empezó a congregar en la entrada de la fortaleza. El deán, avisado por su superior, corrió a lo alto de la iglesia. Sir Eduard Devalantien aminoró el paso esperando que el sonido de la campana coincidiera con su entrada triunfal. Las puertas del palacio bajaron chirriando sobre unas pesadas cadenas. El caballo hambriento relinchaba deseando llegar. En la multitud se oyó un murmullo. De pronto todas las miradas se volvieron hacia lo alto del campanario. Un muchacho descalzo, hijo del herrero, llegó corriendo y gritando entre la gente.
- La campana, la campana no tiene sonido.
El rey, que habían salido a recibir al guerrero victorioso con la reina y su cohorte fue el primero en hablar.
- ¿Qué dices villano? Te habré de cortar la lengua, ¡¡En qué reino se habrá visto una campana sin sonido¡¡
El deán que había bajado del campanario corrió entre la multitud hasta llegar exhausto ante el rey, delante del cuál se arrodilló.
- Mi señor, es completamente cierto.
Entonces, Sir Eduard Devalantien montó en cólera cabalgando atropelladamente entre la multitud hasta lo alto del campanario donde golpeó con todas sus fuerzas de su sable la campana, que no dio un solo sonido.
La multitud entonces se arrodilló y comenzó a orar pidiendo a Dios clemencia, pues pensaban que aquello era un símbolo de la llegada del fin del mundo. El rey, la reina y su cohorte se retiraron a palacio. El caballero victorioso llamó al herrero del pueblo y le pidió explicaciones o rodaría su cabeza.
El herrero, un hombre humilde, le contestó así.
- Señor, tenga piedad, no sé nada de este suceso. La última campana se quebró después de las heladas y esta nueva se hizo traer de Versalles, para su creación debieron fundirse varios cañones de batalla. Pero, le pido clemencia, señor, pues soy sólo a mantener a mi familia y si muero todos morirán.
Sir Edward furibundo levantó su espada y decapitó sin piedad al herrero. De pronto ,la campana comenzó a sonar. Entre la gente se corrió el rumor de que la campana era mágica, y de que sólo sonaba cuando se vertía la sangre de los inocentes.
Por el contrario, Sir Eduard Devalantien, grito a la multitud que el herrero era un hechicero y que éste había embrujado la camparan para que no sonara y así poder mejor desprestigiarlo.

viernes, 9 de enero de 2009

ALIMENTO PARA EL ALMA


Ya sé que soy un elemento en vias de extinción, pero aún, así me obstino, por algo me llaman la profesora chiflada. Ya sé que es un empeño inútil , pero a veces solo lo inutil es hermoso. Por ello recomiendo leer, ya sé que a más de uno le suena esto a chino, y dicen, bah, yo leo por internet, craso error. Leer se hace sentada o recostada con un buen libro, de papel, no con pantalla digital en las manos, a ser posible en un espacio tranquilo y aisldo de ruidos molestosos, como el soniquete lejano de la televisión. Recomiendo esta actividad como espíritu que alimenta el alma. Recomiendo esta semana dos libros el primero "Los hombres que no amaban a las mujeres" de Stieg Larsson, si te gusta las novelas de intriga y suspense esta es tu lectura recomendada. Si mi humilde opinión no te convece, te diré que estas navidades se vendían como rosquillas en la FNAC de Madrid y está entre diez libros del año recomendado por Babelia en el País. Por lo que se ha convertido en un Bestseller, pero está bien escrito, tiene trama económica financiera muy actual y personajes atípicos. Lástima que su autor haya dejado sólo dos libros más para acabar la trilogía antes de morir de un ataque al corazón en el 2004.
Para quien prefiera libros que ayuden a reflexionar sobre los problemas principales de la educación recomiendo "Panfleto antipedagógico" de Ricardo Moreno Castillo, profesor que sin pelos en la lengua detalla de manera amena y fácil los graves problemas a que nos a conducido las últimas leyes en educación.

jueves, 8 de enero de 2009

MUERTE ENTRE LAS FLORES


Una mujer apareció muerta entre las flores la mañana del día antes del suceso. El zoógrafo tomó la instantánea reflejando más la curiosidad del perro que miraba a su dueña tendida e inmóvil entre las flores que a la propia mujer. Obsérvese que identifico el género pero no la catálogo como víctima, puesto que la mujer tiene un aspecto plácido y tranquilo entre las flores, como quien duerme una siesta. El cuerpo yacente sobre sí mismo, las manos y los pies abiertos formando un aspa de molino resaltan esta idea de tranquilidad. Otros aspectos refuerzan esta idea de muerte plácida.
Como no llevaba ningún tipo de identificación, ni se encontró ningún vehículo abandonado por la zona se llegó a la conclusión de que se trataba de una excursionista campestre o de alguien que vivía en los alrededores y que había salido a pasear a su perro. Sin embargo, al cabo de la semana nadie denuncio la desaparición de la mujer. No había ninguna otra causa posible de muerte, salvo, la propia dejación de la existencia. Por lo que mi informe sólo pudo testificar: muerte natural por abandono voluntario de la existencia.
Mi jefe me llamó a capítulo, como era de esperar. No existía una causa de muerte por dejación de la existencia. Yo le discutí que no había encontrado ninguna causa aparente que pudiera dar como resultado otra cosa. Se negó a enviar mi informe. Al día siguiente la autopsia confirmó mis datos. La mujer de raza blanca cuarenta y dos años había dejado de existir. Sin más, sin causa aparente.
Tomé la costumbre de pasearme por aquél paraje tranquilo, inundado de vegetación que descubrí solitario y no transitado por ninguna especie humana. El perro, que no se había dejado atrapar por las autoridades, seguía allí. Me tendí en el suelo, boca arriba, en el mismo sitio donde había estado la mujer y abrí los ojos al cielo. La luz del sol era muy tenue. El cielo despejado me abarcaba por completo inundándome de algo que sólo pude calificar como totalidad. Mi jefe no hubiese admitido aquél calificativo. Sonreí. Una extraña sensación de dejadez embelezada me envolvía. Estuve así unos minutos o quizá fue más hasta que dejé de oírme pensar. Una alegría dulce me obligo a cerrar los ojos. Me dejé llevar, como el agua que cae del barranco, mecida por el vaivén de las hojas de los árboles sentí una extraña sensación antigua, que califiqué como similar a la del recién nacido en el útero materno. Entonces supe que iba a morir.